miércoles, 27 de enero de 2016

Breve historia del sol llovido.

Digamos que el hombre, trataba de desayunar en la colina cuando vio algo extraordinario que lo llevo a un punto de no retorno en cuanto a desayunos agradables y demás cuestiones vitales para solazar el aura . Vio claramente el sol gastarse y morir, su núcleo dorado endurecerse hasta el oscuro diamantino, sus cabellos lentamente flojear de sus espirales rojas hasta encanecer en estelas de ceniza soldada al planeta, que comenzó a caer de inmediato como el ojo golpeado de un horror nacido en las cuencas del mas intenso frío que pueda hallarse en la galaxia.

El hombre se descalzó, dejo crecer sus barbas ,dibujó un cartel con un circulo negro y se pintaba otro en la frente cada día al amanecer cada vez mas grisáceo. De modo que una vez equipado con los pertrechos apropiados para un sabio loco, comenzó a predicar acerca del negro corazón del sol caído, de como terminaría cayendo sobre nosotros, deslizándose en largos ofidios oscuros que abrazarían los verdes prados y las mansas casas de madera, cubriendo cual esputo demoniaco todo lo que de bello y sereno pudiera albergar el mundo, sumiendonos en la noche sin alba, convirtiéndonos en criaturas marinas que nadan por la sangre inmortal y espesa de un dios demente.
Pasó largos años estudiando con ingenios telescopicos la anatomía del sol muerto, sus capas y aristas, describiendo en gruesos tomos la constitución exacta de la muerte venidera, recopilando la saga "El ojo sin lágrima nos aplastara" . Tomado por los sabios cuerdos como texto apócrifo producto de la ingesta de raíces demasiado torcidas y setas demasiado ligeras.
A la vista de los escasos intentos académicos por rescatar a la humanidad del derrame solar, el sabio loco comenzó a gritar por las calles, un poco mas alto cada día hasta desestructurar su garganta en fragmentos sangrantes congelados como alaridos en una cámara anecoica. La gente, a pesar de todo no se inmutaba y lo veían como una molestia necesaria para cumplimentar el cupo de locos que cualquier ciudad respetable ha de tener pululando por sus calles para regarlas de colores desesperados y olores intensos.

Entonces agarro la rama mas convincente del árbol mas mágico y la tallo como un tremendo lápiz con el que dibujar las peculiares elipses solares y las singulares destrezas que había visto en los confines del astro sin flama. Mas solo los niños y algún turista se acuclillaban a su lado a observar los cúmulos matemáticos descritos en el barro con absoluta precisión, el sutil telar de lineas y figuras que cantaban el ultimo girar de los días. El sabio, sin darse apenas cuenta había desistido de ser comprendido y apenas recordaba el por que de su rutina giroscópica donde el imperativo era mantener un movimiento continuo, y se alegraba de al menos tener compañía de los muchachos que exaltados observaban laberintos para ellos incomprensibles pero bellos como son los misterios, bellos como las personas cuando duermen.

Aunque no recordara del todo, su sueño se plagaba de esferas cadavéricas lloviendo con furia, partiendo las nubes en vapor, lanzadas como piedras divinas que ciegas solo respondían a la inercia de un rostro tuerto mas allá de consideraciones mundanas y explicaciones místicas, semillas de la muerte que sembrarían el mundo de pálidos rostros agonizando y océanos de noche conquistadora. Y así se levantaba renovado, espoleado por las visiones de lo que una vez supo.

Cuando el sol cubrió los cielos, el estaba a unas millas del sueño interminable a causa de vejez y pobreza, mientras  todos corrían, con la desesperacion cobarde de los vivos por aferrase a su estúpido rostro inane, el sonrió, en pleno deja vu de tantas recreaciones que había soñado de ese momento, se acerco andando hacia el lugar mas próximo al sol, esperando que su nariz tocara el velo de los dioses. Mientras se acercaba pensó.  -No he sido humano mientras era la verdad, no he sido joven mientras era la salvación, cada minuto robado por el sol negro debería haber estado hurgando en las entrañas de la ultima era de los hombres o escarbando en el corazón de mis sentidos anquilosados por trabajos mas altos que las aves. Mientras el sol tocaba la punta de su henchida nariz y la tormenta de estrellas muertas desgarraba los pastos. Por un segundo comulgó con el ser solar, y en su omnisciencia observo y admiró todas las cosas que serán negadas siempre a los hombres en su mortalidad.
En la plenitud de su vision divina comentó. -Se es hombre todo el tiempo para ser Dios unos instantes, el estomago debí guardar para las agitaciones infinitas del trino terrestre y los sueños, solo para viajar a donde yo pude ser.
No sabemos como acabo el asunto porque acto seguido, la potencialidad de la inmensidad le reventó en mil pedazos mientras la tinta de luces extintas devoraba el rostro de los campos que sin duda, nunca volverían a ser vistos de nuevo.

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