Es un hecho siempre extraño
que unas piernas
transmuten en gusanos
y taladren la chispa distraída
o que
a veces un torso se derrame
y arrastres
las piernas a la orilla.
Unas tetas pueden
cristalizar
sin reflejo
y cegarte de miseria
o que ese cuello
delicado
te destripe las mejillas,
donde caderas como leche
orinan las gargantas.
Cuando un cuerpo cae
llueven
palabras enterradas.
Por eso siempre me sorprendieron
los ojos
clavados
en su verdad
soportan las aristas de un centro desafinado
y el surco de la imagen
detenida.
Colmados de insolencia y deseo
anclando un
silencio sin huida.
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