lunes, 4 de abril de 2011

El dibujo resultante

Seria indudablemente una espiral, no solo con espacios, sino con centenares de lineas atravesando el laberinto hacia el centro que devora implacable el limite del párpado mientras arde, los pasadizos son la ilusión del retorno al hogar o la llegada al silencio, en ellos puedes llegar tan rápido como la ceguera en el estallido, estar tan cerca de lo bello, que tu piel vibre por las grietas del cielo y la desesperanza sea tu senda naufragada en el ansia, en el ansia olvidada por la saciedad vasta y tenue del espejo, del ritmo del insomnio, donde soñar es una función para manos voraces  y pupilas untuosas, donde el telón es una capa que cubriéndote hace de tu llaga estandarte y el aplauso es la veta del estigia, la vena del orco llamándote a la esencia del bostezo. Así el hambre, nuevo dolor en la carne donde gimen los rumores y los barrotes del ala sublimada, casi te mata en su pulso interminable que estalla el limite de tu boca alargando el gemido de las notas, esas que al caer te alejan del plano y del uno; reducido al bramido de un ímpetu, vagar loco y esencial subiendo las paredes en el pecho y en el aire.

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