Y en derribo
surge tu hambre enfebrecida
en hálito lánguido desplomada
y bien sabes
mi clamor ante la herida
no obstante,
guarda el minuto,
pues también
yerra el
estallido.
No,
no es lo mismo.
No quiero la sangre de hospital
baja luz en el pasillo
reflejo cóncavo de llantos
yermo helado en azulejo.
No la sangre de matadero
que sin rito
se derrama
siseo de arma impune
entre ganchos
oscilantes y
profanos.
No la sangre de trinchera
invocación
al estandarte
solo
verde al cieno desterrado
corte
y fuente en dios
de aire
sordo en alientos que avanzan
o aguardan.
Sangre de la arena o
calla,
sangre huida en lo salvaje, en el oscuro
sangre fértil en la llama
sangre de palpito desesperado
sangre de tromba
grito
vena
abre
hasta que miremos
atrás, y la ceniza cubra el valle,
fin
de fragor,
ahora bosque latido y
secreto
ruina
belleza
en los ojos
el silencio.
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